Fantasmas del pasado (Libre)

No tenía ni la más mínima idea de qué hacia allí. De hecho, se suponía que no debía de estar allí. Él era un asesino, de una manera algo literal, y por lo tanto el estar en un campo santo le era algo totalmente vetado. Claro, a él nunca le había importado todas esas mentiras sobre que los vampiros no podían ir a esos lugares. Desde pequeño, su madre le enseñó a respetar al Señor y a no temerle. Él perdonaría a los pecadores, siempre y cuando se arrepintieran de sus actos.

Y vaya que él lo hacía.

No le gustaba matar, aunque era algo necesario para poder seguir viviendo. La sangre de los animales le causaba asco, y sólo en casos extremos se alimentaba de ellos. Para su mala fortuna, siempre tenía que recurrir a un humano, fuera del sexo que fuera, o incluso de la edad. A fin de cuentas, era sangre.

Miró la imagen de Jesucristo que se encontraba frente a él, llena de hollín y parcialmente inclinada. Le daba un aspecto algo macabro, a decir verdad, y de una manera algo retorcida, a él le gustaba eso. Siempre había sido así.

No tuvo que girar su cabeza para sentir que alguien había entrado a la iglesia. Él se encontraba en los bancos de hasta el frente, oculto parcialmente por las sombras. Soltó un suspiro, y se limitó a cerrar los ojos, agradecido de estar bien alimentado ese día. Era un humano, el olor a sangre que emanaba de sus heridas le delataba.

- ¿No es muy peligroso que alguien como tú ande sola por estos lugares? - preguntó en un susurro. Gracias a su olor, podía saber que se trataba de una chica. A penas una cría.

Hizo una mueca. Odiaba que le respondieran con preguntas, le hacían quedar a veces como un estúpido, y aquello no era para nada cool. Se giró en su asiento para verle, con una cara de pocas leches. No andaba de humor para andar soportando los comentarios tontos de una chiquilla.

- Yo te pregunté primero... - la miró de pies a cabeza. No lucía como alguien que hubiera visto antes, aunque bueno, no es como si él socializara mucho - ... planita - sonrió de manera burlona, dejando ver sus dientes afilados.

Vale, la chica aún era muy... joven como para estar súper dotada, pero quería molestarla. Si lo hacía, lo más probable es que se iría pronto de allí y él volvería a estar solo, como siempre. Se fijó más en el rostro de ella, tanto como para ver sus reacciones como para intentar ver si le conocía de algún lado. Parecía toda una muñequita, más con esa piel blanca y el cabello cenizo. Sus ojos jades fueron los que más llamaron su atención. Le recordaban, en cierta manera, a los de su madre...

Un ligero tic se apoderó de uno de sus ojos al escuchar ese "cumplido". Alexander lo llamaba así cuando quería fastidiarlo un rato, y le funcionaba a la perfección. Odiaba que la gente comentara algo sobre sus dientes, ¡no era su culpa que le hubieran crecido de aquella manera!

- Entonces yo tampoco, planita - se limitó a decir, cruzándose de brazos y volteando a ver hacia el frente como un niño berrinchudo. De no haber estado tan mosqueado, se hubiera dicho a si mismo que eso no era nada cool.

No entendía porqué la otra le ponía los pelos de punta. No era una Cazadora, ¿cierto? No llevaba a ninguna Arma con ella. Tal vez las heridas de su cuerpo se debieran a que se encontró con un Hombre Lobo o alguna de esas criaturas que rondan por el bosque. Simplemente era una chiquilla que había ido a parar al peor de los lugares de aquel pueblo abandonado.

Enarcó una ceja al ver que se sentaba frente a él y le miraba de aquella manera. ¿Qué no había captado la indirecta de que quería estar solo? Frunció el ceño y le regresó la mirada asesina a ella. Realmente era muy obstinada, y no tenían ni cinco minutos de haberse "conocido". Sentía lástima por sus hermanos o padres.

El silencio comenzó a taladrarle los oídos, pero no hizo ningún ademán de terminar con esa lucha de miradas. ¿Quién se creía esa plana como para osar retarle con la mirada? ¡Él era un Vampiro, el amo de la noche! Podía romperle el cuello sin mucho esfuerzo y desangrarla hasta dejarla igual de seca que una pasa.

Un ligero tic se asomó por uno de sus ojos, aquello le estaba estresando demasiado. Y vamos que él no era una persona muy paciente.

- ¿Qué demonios quieres, enana? Déjame solo - farfulló.

- ¿Te han dicho lo insoportable que eres? - gruñó, cruzando también una pierna. Intentó mantener la mente despejada para evitar cabrearse de verdad, o de lo contrario se le lanzaría encima -. Déjame en paz, ¿de acuerdo? Yo llegué primero aquí, tengo privilegios, tabla.

Vale, su madre le había enseñado a que tratara a las damas con respeto y paciencia. Que nunca les levantara la mano y que fuera un caballero. Pero sencillamente aquella niña tenía algo que le ponía los pelos de punta, y la única manera de no hacerle sospechar era intentando apartarla de su lado. No estaba seguro de si era una Cazadora o no, y no pretendía averiguarlo. Así que por lo mientras la mantendría lo más lejos posible.

Y la única manera de hacerlo era ignorándola, aún si se veía como un niño pequeño que está haciendo un berrinche porque sí.

Un tic se apoderó de uno de sus ojos al escucharle. ¡Era insoportable! ¡¿Qué acaso no entendía el concepto de "dejar en paz"?! Con un gruñido -parecido más a un bufido- se puso de pie y se encaminó hacia la otra fila de asientos, dónde se dejó caer y se acomodó sólo para enfurruñarse.

Infló las mejillas como si de un niño pequeño se tratara, y se dedicó a mirar al frente, justo dónde había una imagen de la virgen María. María... por ese nombre era que había comenzado toda aquella absurda lucha entre Humanos y Seres Oscuros. Alexander era un fiel seguidor de ella, y él en parte le tenía lástima. No entendía porque adoraba a una mujer que había provocado todo este sufrimiento en los de su especie.

Pensó en su madre, y su rostro se relajó hasta convertirse en una mueca llena de soledad y tristeza. Si nada de aquello hubiera ocurrido, su madre aún seguiría con vida. Pero el estúpido miedo irracional de los Humanos le había quitado aquel privilegio. Frunció levemente el ceño ante esos pensamientos.

Soltó una risita al escuchar lo que la otra le respondió. ¿Monstruos? Él era peor que eso. Mataba para vivir, algo que los monstruos simples y corrientes no harían. Pero tampoco se lo diría a ella, no confiaba mucho como para decirle que era un Vampiro. Además de que tampoco iba a arriesgarse.

- No me preocupo por aquellas cosas. Los Humanos son peores que los Vampiros, los Hombres Lobo o los Magos - se limitó a contestar, enfurruñándose en su asiento.

Cerró los ojos y suspiró. El aroma de la sangre que emanaba de sus heridas activó sus sentidos, pero por nada del mundo se lanzaría contra ella para desangrarla. ¿Y si resultaba ser una Cazadora y aquello era una emboscada o algo por el estilo?

- Parece que a ti te atacaron esos "monstruos". ¿Acaso tu mami no te dijo que te quedaras en casa? - bromeó.

--------------------------
Msndnfksadn fail eue

Casi sin poder evitarlo, sintió como un pequeño vacío crecía en su pecho. El simple hecho de que hablaran de su madre (de una forma indirecta) le hacía sentir... mal. Y no era para menos, puesto que el último recuerdo que tenía de ella no era precisamente el más "lindo" de todos.

Así que, casi sin darse cuenta, hizo una mueca de molestia. No es que estuviera enfadado con la otra, pero hablar de esos temas lo ponía así. Debía de ser precavido con lo que contestara, ya que sólo haría que las sospechas de la rubia aumentaran y... bueno, no le convenía meterse en una pelea contra una Cazadora (si es que ella resultaba serlo).

Decidió entonces tomar una nueva estrategia y cambiar de tema, fingiendo que no la había escuchado y que hace unos momentos no dejaban de decirse un montón de apodos. Vale que él aún quería estar solo, pero al parecer ella no daría su brazo a torcer tan fácilmente. Soltó un bufido por ello.

- A todo esto, plana, me llamo Soul - se limitó a decir, sin decir sus apellidos por si la otra sabía de la existencia de su familia. Si iban a estar juntos un rato, ¿por qué no presentarse? Le habían educado bien, aunque él no siempre demostrara sus valores.